Pensando

-¿Estás seguro de que Curro está con ellos?-dije, conservando la esperanza de que no fuese malo.

-¿Qué necesitas para creerme? De verdad, siento que te haya engañado, pero sí, está con ellos. Podríamos decir que es diferente al resto, porque a veces te olvidas de que es malo y mantienes una conversación cordial con él, pero al final recuerdas que es peligroso y un asesino. Además, si él fuese bueno, el malo sería yo, ya que él te ha puesto en mi contra, y en la de Culebra, y otros alumnos. ¿Quién prefieres que sea el malo, en esta historia? Y no me enfadaré si piensas que el malo soy yo.

-Es que el problema es que no quiero que ninguno sea malo. ¿Por qué no podéis ser buenos todos? Vosotros sois buenos, y de eso no tengo dudas, pero tampoco puedo pensar que Curro es malo. Lo siento, pero no puedo.

-No, no te habrás enamorado de él, ¿verdad?

-¡Claro que no! Lo que pasa es que es de las primeras personas a las que he conocido, y no puedo pensar que es malo. Como te he dicho antes, a mí no me ha hecho nada, ni directa ni indirectamente. Por lo tanto, es imposible para mí odiarle, de momento.

-Vale, te comprendo. Bueno, para estas situaciones, además de los columpios también encuentras el desván. Cuando quieras estar sola, o necesites pensar sobre algo, ve allí.

-¿Desván? ¿Qué desván?

-En la habitación de un profesor, Alfonso Ceballos, hay un armario, como en todas las habitaciones. Pero ese armario no es como los demás. Dentro hay un interruptor, que abre una puerta, y que dirige al desván. Pero asegúrate de que no haya nadie.

-Muchas gracias. Pues ahora mismo iré allí. Ah, y si ves a Curro, dile que quiero hablar con él.

-Se lo diré.

-Muchas gracias. Y recupérate-dije, y acto seguido me fui de allí.